El ingeniero holandés Ties van der Hoeven tiene una visión audaz: transformar una vasta extensión de desierto árido en una tierra fértil y verde, llena de vida. Su objetivo es el desierto de la península del Sinaí en Egipto, una región que conecta África y Asia y que, según Van der Hoeven, hace miles de años era rica en biodiversidad pero que la actividad humana ha degradado hasta convertirla en un páramo estéril. Van der Hoeven está convencido de que puede devolverle su esplendor.
Su iniciativa propone restaurar la vida vegetal y animal en un área de 13.500 millas cuadradas, un espacio similar al tamaño del estado de Maryland. La meta es ambiciosa: absorber dióxido de carbono, aumentar las lluvias y generar fuentes de alimentos y empleos para la población local. En sus propias palabras, la única forma de enfrentar los problemas globales es mediante una regeneración ecológica a gran escala.
Aunque los proyectos de reverdecimiento de desiertos no son nuevos, este tipo de iniciativas han generado controversia. Críticos señalan que transformar paisajes desérticos es un proceso extremadamente complejo y que los efectos sobre el clima y los recursos hídricos podrían ser impredecibles.
El recorrido profesional de Van der Hoeven, que comenzó en proyectos como la construcción de islas artificiales en Dubái, cambió drásticamente en 2016 cuando se involucró en la restauración del lago Bardawil, una laguna salada en el norte del Sinaí. Su plan consistió en dragar canales para mejorar la circulación de agua marina, lo que reavivaría la vida marina al reducir la salinidad y la temperatura del agua.
A medida que investigaba más, la magnitud de su proyecto creció. Utilizando imágenes satelitales, identificó antiguos ríos secos en la región, lo que sugería que alguna vez fue verde. Su idea es usar los sedimentos del lago Bardawil, ricos en nutrientes, para regenerar la tierra, comenzando por las zonas húmedas cercanas al lago y extendiéndose a las montañas del Sinaí. Plantas tolerantes a la sal ayudarían a revitalizar los suelos, reduciendo su salinidad y permitiendo el crecimiento de más vegetación. El objetivo final es cambiar los patrones climáticos de la región, aumentando las precipitaciones y alterando los vientos para traer humedad.
El plan de Van der Hoeven recuerda a otros proyectos de reverdecimiento masivo, como el del Loess Plateau en China. En los años 90, un programa apoyado por el gobierno chino y el Banco Mundial transformó esta región árida con la plantación de árboles y la restricción del pastoreo, lo que redujo la erosión del suelo y los riesgos de inundaciones.
Sin embargo, este tipo de proyectos no están exentos de riesgos. Expertos advierten que introducir especies no nativas puede dañar los ecosistemas locales, y el aumento de la evaporación, aunque puede traer lluvias, también podría reducir la disponibilidad de agua en otras áreas. Además, algunos investigadores señalan que los desiertos, al reflejar más luz solar, ayudan a enfriar el planeta, por lo que reverdecerlos podría tener un efecto de calentamiento global no deseado.
A pesar de las preocupaciones, Van der Hoeven cree firmemente en la necesidad de intentar estos proyectos. Estima que la regeneración completa del lago Bardawil tomará entre cinco y siete años, y entre 20 y 40 años para reverdecer el desierto circundante. No obstante, la inestabilidad política en la región, exacerbada por el conflicto en Gaza, ha retrasado el inicio del proyecto, previsto para diciembre de 2023.
Para Van der Hoeven, el tiempo es un lujo que no tenemos. «No podemos esperar más para actuar», afirma, confiando en que proyectos como el suyo serán clave para enfrentar la crisis climática y restaurar la biodiversidad en el planeta.