Los hogares inteligentes prometen facilitar la vida diaria, pero la autenticación en dispositivos individuales sigue siendo un desafío, especialmente debido a las largas contraseñas y sistemas poco prácticos. Investigadores de ETH Zurich han explorado cómo las rutinas cotidianas podrían transformarse en métodos de autenticación seguros y amigables para el usuario, eliminando la necesidad de contraseñas tradicionales.

Imagina llegar a casa tras un largo día de trabajo. Tu hogar inteligente te reconoce automáticamente por el lugar donde dejas tus llaves o incluso por la temperatura de tus pies, activando tu música favorita en el sistema de sonido. En la cocina, el frigorífico se abre porque identifica tu forma única de agarrar el mango. Sin embargo, este permanece cerrado para un niño de cuatro años.

Ilustración que muestra distintas formas de interacción con el mango de un frigorífico inteligente como posibles métodos de autenticación, incluyendo acciones como apretar, medir la temperatura del pulgar, mover el mango o presionar botones.

Este nivel de personalización y comodidad se logra gracias a sensores que recogen datos de las interacciones diarias. Aunque los hogares inteligentes son cada vez más comunes, en países de habla alemana su adopción aún es limitada. Según Verena Zimmermann, psicóloga y profesora de ETH Zurich, la autenticación es uno de los principales retos para su aceptación generalizada.

En la actualidad, acceder a dispositivos inteligentes suele requerir la introducción de contraseñas largas mediante controles remotos o pantallas pequeñas, lo que puede resultar frustrante y poco accesible, especialmente para personas mayores, niños o quienes tienen discapacidades físicas. Para superar este desafío, Zimmermann y un equipo de investigadores alemanes están replanteando cómo podría ser la autenticación en hogares inteligentes.

En un estudio reciente, crearon dos laboratorios vivos: una cocina inteligente y un salón inteligente. Los participantes propusieron ideas sobre cómo interactuar con objetos cotidianos para autenticar su identidad. Una propuesta fue el uso del mango del frigorífico, donde las posibilidades incluían medir la temperatura del pulgar, mover el mango de cierta manera o pulsar botones en una secuencia específica.

El análisis de estas interacciones reveló patrones interesantes. Muchos métodos desarrollados no eran fácilmente reconocibles como procesos de autenticación, lo que agrega una capa de seguridad. Por ejemplo, un método discreto podría impedir que un niño active accidentalmente una cocina. Además, vincular la autenticación a tareas rutinarias elimina pasos adicionales, mejorando la eficiencia y comodidad en el hogar.

Una de las ideas más llamativas fue aprovechar tareas que los usuarios tienden a evitar, como limpiar superficies, convirtiéndolas en parte del proceso de autenticación. Según Zimmermann, esta integración podría incluso motivar a las personas a realizar tareas menos atractivas.

En una encuesta en línea realizada con 200 participantes, los investigadores exploraron qué tareas o rutinas eran más adecuadas como procesos de inicio de sesión. Las actividades más valoradas incluyeron tareas únicas y rutinarias como encender dispositivos de una manera específica o realizar labores domésticas.

Sin embargo, los resultados mostraron que no existe un único método ideal para todos. En cambio, los investigadores sugieren que es posible desarrollar métodos personalizados para diferentes grupos de usuarios.

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