Un estudio a gran escala ha revelado que jugar a videojuegos puede mejorar las habilidades cognitivas, mientras que el ejercicio físico puede influir positivamente en la salud mental. Sin embargo, no se ha observado que estas actividades tengan efectos cruzados, es decir, que los videojuegos mejoren la salud mental o que el ejercicio incremente la capacidad cognitiva.
Estos resultados provienen del estudio «Brain and Body», una colaboración entre la Universidad de Western y el Museo de Ciencia e Industria, como parte del Festival de Ciencia de Mánchester. Más de 2.000 personas de todo el mundo participaron, completando una encuesta de estilo de vida y una serie de juegos cerebrales online desarrollados por Creyos, que miden aspectos como la memoria, la atención, el razonamiento y las habilidades verbales.
El estudio, liderado por Adrian Owen, PhD, profesor de Neurociencia Cognitiva e Imagen en la Universidad de Western, analizó a cerca de 1.000 personas que finalizaron todas las tareas. Se descubrió que jugar videojuegos tenía un efecto positivo en la cognición, pero no en la salud mental. Por otro lado, quienes realizaban al menos 150 minutos semanales de ejercicio, de acuerdo con las pautas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), mostraban una mejora en su bienestar mental, pero sin impacto en su rendimiento cognitivo.
«Jugar a videojuegos se asoció con una mejora en las habilidades cognitivas, mientras que una mayor actividad física se relacionó con una mejor salud mental», explicó Owen, también investigador en el Centro para el Cerebro y la Mente de Western.
Los resultados indican que las personas que juegan videojuegos con frecuencia (más de cinco horas semanales de un solo tipo de juego) tenían un rendimiento cognitivo similar al de personas 13,7 años más jóvenes. Aquellos que jugaban menos de cinco horas semanales presentaban un rendimiento equivalente a personas 5,2 años más jóvenes.
En cuanto a la salud mental, los participantes que seguían las recomendaciones de la OMS sobre actividad física eran un 12% más propensos a no mostrar síntomas de depresión y un 9% más propensos a no tener síntomas de ansiedad. El estudio también sugirió que los mayores beneficios del ejercicio se dieron en aquellos con síntomas leves o inexistentes, en lugar de personas con ansiedad o depresión severas.
A pesar de que existen claros ejemplos de conexión cerebro-cuerpo —como la dificultad para concentrarse cuando se tiene hambre, o cómo el estrés tensa los músculos—, se sabe poco sobre cómo estos dos sistemas se afectan entre sí. Este estudio busca profundizar en esa relación y ayudar a diseñar estilos de vida que promuevan un envejecimiento cognitivo saludable.
Los detalles de estos hallazgos serán presentados por Owen en el Museo de Ciencia e Industria el 19 de octubre, durante el Festival de Ciencia de Mánchester. Además, los asistentes podrán participar en un estudio piloto que examinará mejoras cognitivas a corto plazo relacionadas con el ejercicio y los videojuegos.