Adrian Ward, un residente de Austin, Texas, se encontró perdido en su propia ciudad después de que su aplicación de mapas dejara de funcionar. Este incidente le hizo darse cuenta de cuánto dependía de la tecnología para orientarse. Esta experiencia refleja una preocupación común: que Internet está afectando nuestra memoria. Este temor ha sido objeto de varios estudios y encuestas, y ha dado lugar a términos como «amnesia digital», que describe el fenómeno de olvidar información porque sabemos que un dispositivo digital la almacena por nosotros. Incluso, el término «brain rot» fue elegido como palabra del año por la Oxford University Press, refiriéndose al deterioro mental causado por el consumo de contenido trivial en línea.

Diversos estudios han explorado cómo Internet y las tecnologías digitales pueden alterar tareas específicas de aprendizaje y memoria. Por ejemplo, se ha observado que las personas que utilizan dispositivos GPS para navegar tienen más dificultades para recordar rutas. Ward, psicólogo en la Universidad de Texas en Austin, ha descubierto que buscar información en Google puede dar a las personas una falsa sensación de conocimiento. Sin embargo, no hay evidencia concluyente de que la tecnología tenga un efecto negativo generalizado en la memoria. Investigadores como Elizabeth Marsh de la Universidad de Duke consideran que afirmaciones como «Google nos está volviendo estúpidos» son exageraciones.

La revolución de la inteligencia artificial (IA) plantea nuevas preguntas sobre su impacto en el aprendizaje y la memoria. Modelos de lenguaje como ChatGPT se están integrando rápidamente en motores de búsqueda y software, lo que podría afectar la forma en que aprendemos y recordamos de manera más profunda que las búsquedas convencionales en Internet. Investigadores sugieren que herramientas de IA podrían fomentar la pereza cognitiva e incluso implantar falsos recuerdos realistas. La creación de «deadbots», avatares digitales de personas fallecidas, es un ejemplo de cómo la IA puede reconstruir un pasado que nunca experimentamos.

El concepto de «memoria transaccional», propuesto por Daniel Wegner en los años 80, sugiere que compartimos la carga de recordar información con otros, como un cónyuge o colega. Cuando el Internet actúa como la otra parte en esta transacción, podemos sentirnos liberados de la necesidad de recordar. Esto se conoce como «descarga cognitiva», donde se utilizan listas, calendarios o teléfonos para reducir la carga en nuestro cerebro. Estudios han demostrado que el uso de GPS puede deteriorar la memoria espacial, y que tomar fotos puede reducir el recuerdo de los objetos fotografiados. Sin embargo, la descarga cognitiva puede ser adaptativa, ya que libera recursos mentales para otras tareas.

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