Sudáfrica ha generado inquietud en la comunidad científica internacional tras actualizar sus directrices de ética en investigación sanitaria, incluyendo una sección específica sobre la edición genética de línea germinal o hereditaria en humanos. Este tipo de edición genética implica realizar cambios en el ADN de espermatozoides, óvulos o embriones, de manera que las modificaciones se transmitan a las siguientes generaciones. Aunque la revisión de estas directrices fue publicada en mayo, su difusión se ha incrementado recientemente, causando preocupación en la comunidad científica.

Primer plano de una estructura celular vista a través de un microscopio, con detalles de partículas en forma de esferas dispuestas en círculos concéntricos. La imagen muestra una tonalidad de luz cálida en el centro, resaltando las células, mientras el fondo permanece desenfocado en tonos oscuros, lo que crea un contraste que realza los detalles de la estructura biológica.

Hasta la fecha, ningún país permite explícitamente la edición genética hereditaria en contextos clínicos, y no está claro en qué medida se consultó a la comunidad científica sudafricana antes de modificar las directrices. Sin embargo, las nuevas normas estipulan que este tipo de edición genética debe tener un sólido fundamento científico y médico, orientado a la prevención de enfermedades genéticas graves, y debe ser transparente, contar con el consentimiento informado y estar bajo una estricta supervisión ética.

Las nuevas pautas también exigen un seguimiento continuo de las personas nacidas mediante la edición genética hereditaria, para monitorear su salud y bienestar, evaluando posibles consecuencias imprevistas. No obstante, las opiniones difieren sobre si el marco legal actual de Sudáfrica, específicamente la Ley Nacional de Salud, permite efectivamente la edición genética hereditaria.

Françoise Baylis, bioeticista de la Universidad Dalhousie en Canadá, criticó duramente la decisión de Sudáfrica, señalando que ningún otro país permite explícitamente este tipo de investigación. Baylis expresó su desconcierto, aludiendo a una posible tendencia hacia la legalización de la creación de niños genéticamente modificados.

Por otro lado, Bonginkosi Shozi, experto en bioética y derecho sanitario de la Universidad de Stanford, argumenta que la Ley Nacional de Salud de Sudáfrica ya admite la edición genética hereditaria y que las nuevas directrices simplemente actualizan las pautas éticas en consonancia con el marco legal existente. Shozi sostiene que, dado el potencial de la edición genética para mejorar la vida de los sudafricanos, esta tecnología debería ser regulada, no prohibida.

En contraste, Jantina De Vries, directora del EthicsLab en la Universidad de Ciudad del Cabo, advierte que la actualización de las directrices no modifica la legalidad de la edición genética hereditaria en ámbitos clínicos, y pide cautela en la interpretación de estos cambios.

A nivel internacional, la comunidad científica y ética mantiene una postura mayoritariamente negativa hacia la edición genética hereditaria en contextos clínicos. Si bien esta técnica podría prevenir enfermedades hereditarias como la fibrosis quística y la anemia falciforme, plantea profundos dilemas éticos y retos de seguridad. En 2018, el biofísico chino He Jiankui desató una controversia global al anunciar la creación de los primeros bebés modificados genéticamente, lo que llevó a su encarcelamiento en 2020 por práctica médica ilegal. Además, en 2019, un grupo de expertos pidió una moratoria en el uso clínico de esta tecnología, postura que aún prevalece en la actualidad.

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