Un equipo de investigación de la Universidad de Tianjin y la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur ha desarrollado un robot controlado por un «mini-cerebro» cultivado in vitro. Este cerebro, conocido como ‘brain-on-chip’, no es un cerebro humano real, sino que se cultiva para investigación y luego se integra en robots.
El cerebro se conecta a un chip que permite a los científicos enviar y recibir señales, facilitando funciones específicas como el seguimiento, el agarre y la evasión de obstáculos. A través de este chip, el cerebro puede aprender a controlar el robot, interpretar el entorno a través de señales eléctricas y adaptarse para navegar.
Este avance, denominado MetaBOC, no es el primero en integrar mini-cerebros en robots. En 2018, un cerebro creado a partir del ADN de huesos fosilizados de neandertal se utilizó en un robot con forma de araña. Sin embargo, este nuevo desarrollo destaca por dos razones principales.
Primero, utiliza organoides esféricos, lo que significa que la cultura celular ha evolucionado de dos dimensiones a tres, proporcionando una red neuronal más compleja. Estos mini-cerebros se cultivan bajo estimulación de ultrasonido de baja intensidad, lo que mejora su base inteligente.
Segundo, la adición de algoritmos de inteligencia artificial ha incrementado las habilidades del robot, aprovechando al máximo el mini-cerebro. A pesar de estos avances, queda un largo camino por recorrer, ya que el cerebro dentro del casco del robot actualmente es solo un prototipo, con el tejido cerebral real mantenido aparte para pruebas.