Tres años después del lanzamiento de ChatGPT, uno de los impactos más duraderos de la inteligencia artificial parece ser hacer que las personas sientan que están perdiendo la cordura. La promesa de una revolución tecnológica se ha convertido en una fuente constante de ansiedad, confusión y desconcierto social.
El extraño caso del adolescente muerto convertido en chatbot
Un lunes de agosto, el periodista de tecnología Charlie Warzel se encontró navegando por internet cuando se topó con algo inquietante: el ex presentador de CNN Jim Acosta entrevistando a un adolescente muerto a través de Substack. Se trataba de Joaquin Oliver, víctima del tiroteo masivo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, quien había sido «reanimado» mediante inteligencia artificial generativa.
La tecnología había modelado su voz y diálogo basándose en fragmentos de sus escritos y videos caseros. Las animaciones eran rígidas, la cadencia del modelo demasiado rápida, y cuando trataba de transmitir emoción, su tono se elevaba rápidamente produciendo un chillido digital. La experiencia era profundamente perturbadora.
Durante la entrevista, Acosta actuaba como si todo fuera completamente normal, mientras el chatbot —creado con la total cooperación de los padres de Oliver para abogar por el control de armas— respondía con lugares comunes como «Necesitamos crear espacios seguros para conversaciones y conexiones, asegurándonos de que todos se sientan vistos».
En el chat en vivo, los espectadores luchaban por procesar lo que estaban presenciando: «No estoy seguro de cómo me siento al respecto», «Oh Dios, esto se siente tan extraño», «Esto debe ser muy difícil» para la familia. Alguien escribió lo que probablemente todos estaban pensando: «Él debería estar aquí».
La psicosis como servicio de la era de la IA
Esta experiencia encapsula perfectamente la emoción definitoria de la era de la IA generativa: una extraña mezcla de shock, confusión y ambivalencia que se ha vuelto extremadamente familiar. Es la sensación de una carrera social hacia un futuro que parece desangelado, concebido a las prisas y aceptado con resignación.
Los evangelistas de la IA nos venden breathlessness —falta de aliento, urgencia— como el modo operativo de quienes están construyendo esta tecnología. Marc Andreessen, el capitalista de riesgo, comparte tweets de personas que declaran: «Todos los que conozco creen que tenemos unos pocos años como máximo hasta que el valor del trabajo colapse totalmente y el capital se acumule en los propietarios en un bucle desbocado: básicamente la peor pesadilla/fantasía de Marx».
Si realmente tomas en serio a estos «AGI-pilled» —término para aquellos que creen que la superinteligencia nacida de máquinas está llegando, y pronto—, la respuesta racional probablemente involucre alguna combinación de construir un búnker, renunciar a tu trabajo y unirse a la causa.
Víctimas reales del hype tecnológico
Los efectos psicológicos son reales y documentados. Personas han sido internadas involuntariamente o han sufrido crisis delirantes después de desarrollar relaciones con chatbots. Subreddits como r/MyBoyfriendIsAI documentan testimonios de personas que describen sus relaciones románticas con inteligencias artificiales, sugiriendo que estas herramientas tienen un poder considerable sobre usuarios vulnerables que pueden no entender realmente con qué están interactuando.
Mientras tanto, los jóvenes experimentan lo que la escritora Kyla Scanlon llama el «Fin del Progreso Predecible»: los caminos habituales hacia una existencia económica estable ya no son confiables. La mensajería de CEOs entusiastas suena apocalíptica: Dario Amodei, CEO de Anthropic, advirtió que la IA podría eliminar la mitad de todos los trabajos administrativos de nivel inicial.
Las promesas grandiosas chocan con la realidad
Sam Altman, CEO de OpenAI, ha demostrado su propia incertidumbre. En un blog post titulado «The Gentle Singularity», argumentó que «hemos pasado el horizonte de eventos» y estamos cerca de construir superinteligencia digital, y que «en algún sentido importante, ChatGPT ya es más poderoso que cualquier humano que haya vivido jamás».
Sin embargo, el lanzamiento de GPT-5 a principios de mes recibió críticas mixtas. Altman había prometido una inteligencia «a nivel de doctorado» en cualquier tema, pero las primeras pruebas revelaron todo tipo de ejemplos anecdóticos de respuestas descuidadas, incluyendo alucinaciones, errores aritméticos simples y fallas en el razonamiento básico.
El impacto económico real de una tecnología incierta
Incluso si no crees en el hype, vives en una economía que se ha reorientado alrededor de la IA. Un reporte reciente estima que el gasto de las Big Tech en infraestructura IT está «actuando como una especie de programa de estímulo del sector privado», con las «Siete Magníficas» —Meta, Alphabet, Microsoft, Amazon, Apple, Nvidia y Tesla— gastando más de $100 mil millones en gastos de capital.
El lado opuesto de tal inversión consolidada en un sector tecnológico es una vulnerabilidad económica gigante que podría llevar a una crisis financiera.
La verdadera tragedia: ¿Y si la IA es solo «suficientemente buena»?
Warzel plantea una pregunta inquietante: ¿Qué pasa si la IA generativa no es Dios en la máquina ni vaporware? ¿Qué pasa si es simplemente suficientemente buena, útil para muchos sin ser revolucionaria?
Los modelos actuales no piensan —predicen y organizan tokens de lenguaje para proporcionar respuestas plausibles a consultas. Hay poca evidencia convincente de que evolucionarán sin algún tipo de salto cuántico en la investigación.
«Suficientemente buena» mantiene despierto al periodista por las noches. Porque significaría que no suficientes personas reconocen lo que realmente se está construyendo —y lo que se está sacrificando— hasta que sea demasiado tarde.
¿Y si el verdadero escenario apocalíptico es que contaminemos internet y el planeta, reorientemos nuestra economía, tercericemos grandes partes de nuestras mentes, realineemos nuestra geopolítica y cultura, y luchemos sin cesar por una tecnología que nunca se acerca a cumplir sus promesas más grandiosas?