La creciente preocupación por la seguridad digital está llevando a muchas personas a realizar verificaciones exhaustivas antes de aceptar cualquier interacción en línea. Nicole Yelland, una profesional de relaciones públicas en Detroit, es un ejemplo de esta tendencia. Describe cómo, al recibir solicitudes de reuniones de desconocidos, se siente obligada a realizar investigaciones en profundidad utilizando plataformas de datos personales como Spokeo. Si el contacto afirma hablar español, Yelland verifica su dominio del idioma con frases complejas antes de abrir la cámara en una llamada de Microsoft Teams.
Este comportamiento puede parecer excesivo, pero Yelland fue víctima de un elaborado fraude dirigido a buscadores de empleo. Con la proliferación de estafas digitales, las plataformas de mensajería y redes sociales están plagadas de falsificaciones. Con el auge del trabajo remoto, los canales de comunicación profesional son cada vez más inseguros. Las mismas herramientas de inteligencia artificial, que se propagan como soluciones para aumentar la productividad laboral, también están facilitando a los criminales la creación de identidades falsas en cuestión de segundos.
Los deepfakes han avanzado tanto que es difícil distinguir entre una imagen real ligeramente retocada y una versión generada por inteligencia artificial. La Comisión Federal de Comercio de EE. UU. informa que las denuncias sobre estafas relacionadas con empleo casi se triplicaron entre 2020 y 2024, y las pérdidas totales aumentaron de 90 millones a 500 millones de dólares.
Yelland menciona que los estafadores que se hicieron pasar por una compañía real compartieron una presentación convincente de las responsabilidades del puesto. Sin embargo, durante una entrevista, se negaron a encender sus cámaras y solicitaron información personal sensible, lo que despertó las alarmas de Yelland, quien cerró su computadora al darse cuenta del engaño.
La extensión de este tipo de fraudes ha llevado a la creación de startups que prometen detectar deepfakes, como GetReal Labs y Reality Defender. OpenAI también está explorando soluciones de verificación de identidad a través de dispositivos que escanean los ojos para crear identificadores únicos almacenados en blockchain con el objetivo de afirmar la «humanidad» de una persona.
Mientras tanto, muchos profesionales optan por técnicas tradicionales de verificación social para asegurar la autenticidad en sus interacciones. Este nuevo «Age of Paranoia» implica incluso solicitar confirmaciones por email durante una conversación telefónica, o intercambiar códigos para validar identidades en encuentros potencialmente engañosos.
Daniel Goldman, un ingeniero de software, comparte que comenzó a modificar su comportamiento después de que un conocido en el mundo de las criptomonedas fue deepfaked en una llamada. Él aconseja a amigos y familiares que, ante cualquier solicitud sospechosa, lo contacten por correo electrónico antes de tomar cualquier acción.
El fundador del servicio de verificación de reclutamiento Ropes, Ken Schumacher, apunta que algunos gerentes de contratación realizan preguntas rápidas sobre el área donde el candidato afirma residir, confiando en que si son locales, responderán de forma precisa. También menciona la técnica del “truco de la cámara del teléfono”, donde se pide a la persona en video que muestre su computadora con el fin de verificar si está utilizando tecnología de deepfake.
A pesar de que estas verificaciones pueden parecer necesarias, crean un clima de desconfianza que perjudica la conexión entre las partes. Yelland expresa su frustración por el tiempo que gasta intentando discernir la autenticidad de los contactos laborales: “Siento que algo tiene que cambiar; estoy desperdiciando tanto tiempo en el trabajo tratando de averiguar si las personas son reales”.
Jessica Eise, profesora asistente en la Universidad de Indiana, describe cómo su equipo ha tenido que volverse experto en forense digital debido a la alta cantidad de estafadores que responden a sus anuncios para encuestas virtuales pagadas. Este trabajo adicional ha llevado a los investigadores a responsabilizarse de la integridad de sus datos, reduciendo el tamaño de sus grupos de estudio y recurriendo a métodos de reclutamiento más personales.
Para detectar a los actores malintencionados, Eise sugiere que el sentido común puede ser de gran ayuda. Yelland recuerda la presentación que recibió del trabajo falso, que parecía legítima a un primer vistazo, pero presentaba detalles poco realistas como un salario desproporcionado y generosos beneficios, lo que terminó revelando que era, de hecho, una estafa.
La era de la paranoia está aquí, obligando a todos a ser más cautelosos y críticos en su vida digital.