Las espacios digitales, originalmente concebidos como abiertos, ahora son moldeados por unos pocos actores dominantes (tanto públicos como privados), que a menudo priorizan la extracción por encima de la inclusión. Las comunidades y regiones marginadas, que están más allá de los principales centros tecnológicos, quedan sin voz en la forma en que se configuran estos sistemas. Por otro lado, la disrupción provocada por las tecnologías digitales recientes está erosionando la confianza y el tejido social que subyace en nuestras sociedades.

Para garantizar que la tecnología sirva al bien público, se necesitan nuevos enfoques institucionales que empoderen a las personas, protejan los derechos de datos y fomenten la equidad. A pesar de la concentración de poder por parte de un grupo reducido de actores, los esfuerzos de base están desafiando el statu quo, demostrando que un futuro digital más equitativo es posible.

La pregunta que persiste es: ¿cómo puede la tecnología ayudar a construir instituciones que realmente sirvan a la sociedad?

El desafío

Un puñado de grandes corporaciones posee cantidades enormes de riqueza y tecnología clave para el mundo, ejerciendo una influencia desproporcionada sobre la sociedad. La profesora Mariana Mazzucato se ha referido a esta concentración de poder como una nueva forma de feudalismo digital. El panorama económico y tecnológico está impulsado por modelos extractivos, a corto plazo y egoístas, donde la eficiencia y el beneficio tienen prioridad sobre la resiliencia, la equidad y la sostenibilidad. El poder se concentra en unas pocas plataformas, la gobernanza de datos permanece opaca, y las narrativas predominantes favorecen el individualismo por encima del bienestar colectivo.

Investigaciones recientes revelan que las regiones con un acceso más amplio a la tecnología digital tienden a experimentar una mayor desigualdad de ingresos. Sin embargo, este efecto adverso es menos pronunciado en áreas con instituciones formales e informales sólidas. La innovación institucional es clave para garantizar que la tecnología beneficie a la sociedad de manera equitativa. Autores como Acemoglu y Johnson argumentan que instituciones democráticas fuertes pueden orientar el progreso tecnológico hacia la prosperidad compartida, el bienestar y la sostenibilidad, en lugar de profundizar la desigualdad y el control de las élites.

El rápido cambio tecnológico hace que sea cada vez más difícil para los gobiernos mantenerse al día con las constantes disrupciones y transformaciones. Según el Edelman Barometer, el 59 por ciento de la población piensa que los gobiernos están mal preparados para regular las tecnologías emergentes. Esto también crea nuevos problemas en la democracia y la confianza social. El último Global Risks Report del Foro Económico Mundial destaca la desinformación como el mayor riesgo para los próximos dos años, con la ciberseguridad ocupando el quinto lugar.

Esto es especialmente preocupante para grupos que históricamente han estado excluidos de la configuración de la tecnología, como las comunidades indígenas. Con la inteligencia artificial, enfrentan un doble riesgo: la extracción y el uso no autorizado de su conocimiento y expresiones culturales sin reconocimiento o beneficio, y su exclusión de los procesos de desarrollo, lo que lleva a herramientas que no reflejan sus valores, necesidades o derechos. Sin su participación activa, la IA no solo refuerza la marginación histórica, sino que también reconfigura su identidad y autonomía sin su consentimiento.

Caminos hacia la innovación institucional

El cambio tecnológico y digital puede beneficiar a la sociedad, pero solo si nuestras instituciones evolucionan para mantener el propósito público en su núcleo.

  • La Sovereign Tech Agency se dedica a avanzar, mejorar y sostener infraestructuras digitales abiertas. Su misión es mantener un ecosistema de código abierto seguro, resiliente y diverso.
  • En Kiev, Ucrania, la Plataforma Digital de la ciudad, originalmente un servicio de movilidad, se adaptó a la realidad transformada por la guerra. Evolucionó para convertirse en una herramienta de respuesta a crisis, alertando a los ciudadanos sobre ataques aéreos, apoyando negocios en crisis y fomentando la toma de decisiones participativa para reforzar la resiliencia democrática.
  • En Moldavia, el gobierno reconoció la amenaza de la desinformación y estableció una institución dedicada con un mandato adaptativo, conectando esfuerzos interinstitucionales dentro y fuera del gobierno para abordar el creciente problema.

Diversas organizaciones señalan cómo formas más inclusivas del espacio digital son posibles. Mientras que muchas de las siguientes no son aún instituciones, son clave para buscar el camino.

  • El Inclusive AI Lab – un consorcio global que une a la industria, la academia y el sector cívico – co-diseña datos, herramientas, servicios y plataformas de IA inclusivas y sostenibles con un enfoque especial en el Sur Global.
  • Similarmente, Kabakoo, una plataforma EdTech, empodera a jóvenes africanos con oportunidades de aprendizaje, combinando alta tecnología y conocimiento indígena para resolver desafíos reales de manera colaborativa.
  • Lelapa está desarrollando soluciones de IA culturalmente sensibles, afirmando haber lanzado el primer LLM Africano basado en IA. Lelapa AI desarrolla soluciones de IA informadas culturalmente, adaptadas a contextos africanos, asegurándose de que la tecnología refleje lenguas, valores y realidades locales. Al priorizar la innovación impulsada por la comunidad, desafía el dominio de los paradigmas tecnológicos externos y fomenta ecosistemas digitales más inclusivos y relevantes.
  • En Nueva Zelanda, la digitalización trae nuevas oportunidades para la toma de decisiones basadas en datos, ya que el Modelo de Gobernanza de Datos Māori emergió para reclamar la soberanía de datos de las comunidades y garantizar que los sistemas de datos no refuercen exclusiones históricas.

Estas iniciativas desafían los paradigmas dominantes al demostrar que la tecnología puede ser más inclusiva, consciente del contexto y co-diseñada con quienes impacta. Reimaginan ecosistemas digitales donde diversos sistemas de conocimiento, la agencia local y la sensibilidad cultural dan forma al futuro de la IA y la innovación.

La tecnología no es neutral: sigue la dirección establecida por las instituciones y paradigmas que la moldean. La gobernanza inclusiva determina si refuerza las asimetrías de poder existentes o fomenta modelos que sirvan al bienestar colectivo.

La pregunta es: ¿cómo diseñamos instituciones que aseguren que la tecnología avance hacia la equidad, la resiliencia y el bien común?

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