La inteligencia artificial ha revolucionado la manera en que los seres humanos se relacionan con la muerte y la memoria. Un ejemplo reciente es el funeral de Marina Smith, donde se utilizó la tecnología de StoryFile para crear la ilusión de una conversación con la difunta. Esta innovación no se trató simplemente de un video, sino de una experiencia donde familiares y amigos pudieron interactuar y escuchar respuestas pregrabadas en tiempo real, ofreciendo un nuevo sentido de conexión y consuelo tras la pérdida de un ser querido.
A medida que la tecnología avanza, las empresas están desarrollando herramientas para gestionar la vida digital después de la muerte. Empresas como Apple, Google y Meta permiten que personas de confianza accedan a las cuentas de usuarios fallecidos. Asimismo, Microsoft ha patentado un sistema que genera un chatbot basado en datos digitales de la persona, logrando así que su esencia pueda continuar existiendo en línea. En Corea del Sur, un documental llevó esta idea al extremo al permitir que una madre se reuniera virtualmente con su hija fallecida a través de la realidad virtual, convirtiendo lo que antes parecía ciencia ficción en una realidad.
Sin embargo, la idea de una vida digital tras la muerte plantea cuestiones complejas sobre la propiedad y responsabilidad de los activos digitales. En varios estados de EE. UU., se han promulgado leyes que permiten incluir cuentas digitales en testamentos. En Alemania, se decidió que las cuentas de redes sociales deben ser consideradas propiedad hereditaria. Pero surgen inquietudes sobre la ética detrás de una posible ‘clonación’ digital, especialmente cuando un avatar puede hacer afirmaciones o acciones que no reflejan las verdaderas intenciones del difunto, generando un debate sobre el control y explotación de las identidades digitales.
Además, el impacto emocional de mantener vivo un legado digital puede complicar el proceso de duelo. Aunque las redes sociales ofrecen un sentido de conexión, la presencia digital de los fallecidos puede dificultar que los vivos acepten la pérdida. Psicólogos advierten que interactuar con versiones digitales de seres queridos podría hacer que algunas personas se aferren a su memoria, impidiendo el cierre emocional. Las visiones culturales y religiosas sobre la inmortalidad digital varían, lo que refleja la necesidad de integrar las innovaciones tecnológicas en contextos éticos y culturales apropiados, subrayando la importancia de planificar adecuadamente un legado digital para el futuro.