La paleontología ha encontrado un aliado inesperado en la robótica, permitiendo a los científicos estudiar el comportamiento de organismos extintos mediante modelos robóticos experimentales. Estos autómatas, que imitan el andar, vuelo, nado o deslizamiento de criaturas prehistóricas, ofrecen una alternativa valiosa en ausencia de especímenes vivos. Al comprender mejor cómo se movían estos animales, los investigadores pueden deducir aspectos de sus vidas, como sus hábitos alimenticios y rangos históricos. Aunque los modelos digitales son útiles para predecir la biomecánica animal, simular entornos complejos sigue siendo un desafío. Los robots permiten observar el comportamiento en diferentes entornos sin necesidad de prever cada detalle, según explica John Nyakatura, biólogo evolutivo de la Universidad Humboldt de Berlín.
La robótica paleo-inspirada surge de la robótica bio-inspirada, que se basa en animales modernos. Sin embargo, los paleo-roboticistas enfrentan el reto adicional de diseñar sistemas robóticos sin referencias vivas. Para superar esta limitación, abstraen características de descendientes modernos o registros fósiles incompletos. Pueden derivar características generales de la fauna moderna que comparten un ancestro común o recurrir a las leyes de la física para determinar las formas más plausibles de movimiento de un animal. Aunque la biología ha cambiado a lo largo de millones de años, las leyes fundamentales de la naturaleza permanecen constantes.
Los avances tecnológicos modernos están impulsando la robótica paleo-inspirada hacia una era dorada. El diseño asistido por ordenador y las técnicas de fabricación avanzadas, como la impresión 3D, permiten a los investigadores crear prototipos rápidamente. Los nuevos materiales amplían las posibilidades de control de movimiento en un autómata, y la tecnología de imagen 3D mejorada ha permitido digitalizar fósiles con un detalle sin precedentes. Todo esto ayuda a los paleo-roboticistas a crear robots más realistas, capaces de movimientos fluidos similares a los de los animales vivos, en lugar de los movimientos rígidos de generaciones anteriores de robots.
Un ejemplo destacado es el OroBot, desarrollado para estudiar el andar del extinto Orobates pabsti, que vivió hace 280 millones de años. Este robot, basado en escaneos de fósiles, fue construido con piezas estándar y adaptado para replicar el movimiento del animal original. A pesar de las limitaciones en la precisión anatómica, como la complejidad de replicar pies, el OroBot proporcionó información valiosa sobre la locomoción terrestre avanzada de los tetrápodos tempranos. Otros ejemplos incluyen robots que imitan a los ammonites, cefalópodos extintos, y el Rhombot, que recrea el movimiento de un antiguo equinodermo. Estos desarrollos demuestran cómo la robótica puede ofrecer nuevas perspectivas sobre la evolución y el comportamiento de especies extintas.