Investigadores liderados por la Universidad Macquarie han logrado modificar genéticamente peces y moscas utilizando genes de bacterias, permitiéndoles descomponer el metilmercurio y eliminarlo de sus cuerpos en forma de un gas menos dañino. Este avance ofrece nuevas posibilidades para abordar la persistente contaminación por mercurio en el medio ambiente, un problema que surge principalmente de actividades industriales como la minería ilegal de oro y la quema de carbón.
El metilmercurio es uno de los contaminantes más peligrosos del mundo debido a su alta biodisponibilidad y su capacidad para acumularse en las cadenas alimentarias, alcanzando concentraciones perjudiciales en especies depredadoras. Esta acumulación puede causar daños neurológicos y reproductivos en humanos y otras especies. Hasta ahora, las técnicas de biorremediación existentes no habían logrado acceder al metilmercurio una vez que entraba en las cadenas alimentarias, pero la nueva investigación ofrece una solución prometedora.
El equipo de investigación, que incluye a científicos de la Escuela de Medicina de Macquarie y el Centro de Excelencia ARC en Biología Sintética, ha modificado genéticamente moscas de la fruta y peces cebra para convertir el metilmercurio en un gas menos bioaccesible. Este enfoque podría proteger a muchas especies en el ecosistema, incluyendo a los humanos, al liberar animales modificados genéticamente en la base de las cadenas alimentarias. Además, se está explorando la posibilidad de utilizar insectos modificados para procesar residuos orgánicos contaminados con metilmercurio en instalaciones cerradas.
El proceso de modificación genética implica la inserción de variantes de genes bacterianos en el ADN de los animales, permitiéndoles producir enzimas que transforman el metilmercurio en mercurio elemental, que luego se evapora. Los experimentos han demostrado que los animales modificados contienen menos de la mitad de mercurio en sus cuerpos en comparación con sus contrapartes no modificadas, y el mercurio presente es menos bioaccesible. Esto sugiere que podrían tolerar niveles más altos de exposición al metilmercurio sin efectos tóxicos.
A pesar de los prometedores resultados, es estrictamente necesario realizar pruebas exhaustivas para garantizar la seguridad y eficacia del método antes de su aplicación en el mundo real. También se discuten medidas de seguridad para evitar la propagación incontrolada de organismos modificados en la naturaleza, así como la necesidad de un control regulatorio adecuado. Este enfoque innovador podría representar un avance significativo en la reducción del daño causado por la contaminación por mercurio, beneficiando tanto a los ecosistemas como a la salud humana.