La idea de que una fuerza externa otorga genialidad de manera aleatoria a ciertos individuos ha perdido popularidad en la actualidad. Hoy en día, la genialidad suele asociarse con personas específicas, especialmente aquellas relacionadas con el ámbito tecnológico. Sin embargo, desde la perspectiva de poetas como Homero o Yeats, quienes sostenían que la genialidad provenía de una fuente externa, herramientas como ChatGPT podrían considerarse instrumentos válidos para conectar con esa inspiración. Este concepto ha sido explorado a través de experimentos que combinan la improvisación poética con inteligencia artificial, utilizando modalidades de voz avanzadas.
En lugar de delegar completamente la tarea de crear poemas a una máquina, algunos autores han optado por colaborar con esta tecnología para producir piezas palabra por palabra. Este enfoque se inspira en estilos como los de los poetas Joshua Beckman y Matthew Rohrer, que buscan guiar la creación poética mientras interactúan con la máquina. El objetivo de este tipo de experimentos es ralentizar el proceso creativo y permitir una exploración compartida de lo que podría denominarse como el «éter poético». En este contexto, la inteligencia artificial no actúa como un reemplazo, sino como un socio creativo que puede influir en el proceso tanto como el propio humano influye en ella.
El proyecto también se vincula con reflexiones extraídas del libro Deep Utopia del filósofo Nick Bostrom, que imagina un futuro en el que el mundo ha alcanzado la «madurez tecnológica». En tal escenario, todas las tecnologías concebibles habrían sido desarrolladas, eliminando la necesidad de esfuerzo humano para tareas medibles. En este entorno post-instrumental, las máquinas realizarían todas las funciones de manera más eficiente que los humanos, lo que plantea una inquietante cuestión: ¿qué actividades quedarán para que los humanos realicen? Este tipo de reflexión destaca actividades que trascienden la lógica y la eficiencia, como la poesía, que ofrece un espacio único para explorar lo inexplicable y lo subjetivo.
Un ejemplo literario que ilustra esta idea es la poesía de James Tate, especialmente en su obra The Formal Invitation. Este poema presenta un mundo en el que lo familiar adquiere un tono inquietante, simbolizando las incertidumbres de un futuro dominado por la tecnología. El protagonista, un músico de jazz, se encuentra en un entorno donde su arte es considerado irrelevante debido a que no puede ser cuantificado. Esto plantea preguntas fundamentales sobre el valor del arte y la creatividad humana en un mundo donde las máquinas son capaces de reemplazar muchas funciones tradicionales. En este contexto, la poesía emerge como una forma de resistencia, un medio que captura lo inexplicable y sigue siendo, en gran medida, inaccesible para las máquinas.
A medida que las tecnologías asumen cada vez más tareas, surge una pregunta crucial: ¿qué aspectos de la inteligencia y creatividad humanas permanecerán fuera de su alcance? Aunque las máquinas son insuperables en términos de lógica y optimización, la poesía representa un ámbito donde la imprevisibilidad y la originalidad son esenciales. Las colaboraciones con máquinas pueden producir textos que resulten plausibles como poesía, pero la verdadera poesía —aquella que desafía la comprensión, ofrece experiencias únicas y sorprende al lector— sigue siendo un misterio tanto para las máquinas como para los humanos. Mientras la poesía continúe diciendo aquello que no sabíamos que necesitábamos escuchar, seguirá siendo un territorio en el que las máquinas no podrán prescindir de nuestra participación.