Observaciones recientes del telescopio espacial James Webb (JWST) han revelado indicios que apuntan a la existencia de un océano subterráneo en Ariel, una de las lunas heladas de Urano. Este hallazgo refuerza la idea de que algunos de los satélites de Urano podrían albergar agua líquida bajo sus superficies.
Ariel es una de las 27 lunas que orbitan Urano, el séptimo planeta del sistema solar. Este satélite, junto con Umbriel, Titania y Oberon, ha captado la atención de los científicos debido a su potencial de albergar agua. Ariel lleva el nombre de un personaje de «La Tempestad» de William Shakespeare, al igual que Titania y Oberon, cuyas denominaciones provienen de «El sueño de una noche de verano».
En un esfuerzo por investigar estos cuerpos celestes, los científicos planearon un proyecto específico denominado «Lunas de Urano», utilizando el JWST para observar estos satélites durante 21 horas. El objetivo era detectar moléculas orgánicas, amoníaco, agua y hielo de dióxido de carbono en sus superficies.
Contrario a lo que se esperaba, el equipo descubrió hielo de dióxido de carbono en la superficie de Ariel, particularmente en el lado opuesto a su órbita. Este hallazgo fue sorprendente, ya que, dada la distancia de Urano al Sol (20 veces más lejana que la Tierra), el dióxido de carbono debería estar en estado gaseoso.
La presencia de este hielo plantea interrogantes sobre su origen. Un estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters sugiere que podría provenir de un océano líquido bajo la superficie de Ariel, que se filtra a través de grietas en la capa de hielo superficial, posiblemente en forma de plumas.
Aunque la hipótesis del océano subterráneo es fascinante, existe otra teoría que apunta a la producción de dióxido de carbono a partir de moléculas descompuestas por la radiación del campo magnético de Urano.
El descubrimiento de un océano subterráneo no sería único en el sistema solar. Otros cuerpos como Europa, Ganímedes y Calisto en Júpiter, y Encélado, Titán y Mimas en Saturno, también albergan océanos bajo sus superficies. Estos mundos, que muestran actividad geológica, son de gran interés para los científicos por su potencial de albergar formas de vida.
El estudio de Ariel también ha revelado la presencia de carbonatos, minerales que solo pueden formarse cuando el agua interactúa con rocas. Este hallazgo sugiere procesos geológicos complejos que necesitan ser confirmados a través de futuras observaciones y modelos.
El conocimiento sobre Ariel es limitado. La única sonda que ha sobrevolado Urano fue la Voyager 2 en 1986, capturando imágenes de solo un tercio de la superficie de Ariel. El interés en las lunas de Urano ha llevado a la recomendación de una misión dedicada, conocida como el Uranus Orbiter and Probe (UOP). Esta misión, propuesta para la década de 2030, requerirá un lanzamiento en un momento oportuno que aproveche una asistencia gravitacional de Júpiter, una oportunidad que solo se presenta cada 12 años.