El 21 de enero, el mundo fue testigo de un impacto inusual de un asteroide cerca de Berlín. A las 1:32 a.m., cientos de personas ya esperaban la llegada del meteoroide 2024 BX1. Este evento fue anticipado gracias a una alerta emitida por la NASA una hora y media antes del impacto, lo que permitió a muchos observadores saber dónde y cuándo mirar.
Este meteoroide, desconocido para la ciencia apenas tres horas antes del impacto, fue descubierto por el astrónomo húngaro Krisztián Sárneczky, quien alertó al Minor Planet Center. En tan solo 70 minutos, el sistema Scout de la NASA confirmó un impacto seguro, especificando la trayectoria y tamaño del meteoroide, que medía apenas un metro de ancho y era inofensivo.
Este episodio ha sido un hito para la defensa planetaria, demostrando la eficacia en la detección temprana y respuesta rápida. Sin embargo, los astrónomos enfrentan un nuevo desafío: los planes de Elon Musk para desplegar decenas de miles de satélites a través de su red Starlink. Según un informe de la Unión Astronómica Internacional (IAU), estas megaconstelaciones amenazan con dificultar la detección de objetos cercanos a la Tierra (NEOs), esenciales para la defensa planetaria.
Sárneczky, desde su puesto de observación en Hungría, alerta sobre el creciente problema: «Hoy, no tengo una sola imagen sin al menos un satélite.» Esta preocupación es compartida por otros astrónomos como Siegfried Eggl, de la Universidad de Illinois, quien estudia el impacto de estas constelaciones en la defensa planetaria. Eggl indica que, si no se adoptan estrategias de mitigación de brillo, el impacto de los satélites aumentará significativamente.
El observatorio Vera C. Rubin en Chile, que se espera sea crucial en la detección de NEOs, ya está trabajando en software para identificar y descontaminar las imágenes astronómicas de las huellas de los satélites. Meredith Rawls, de la Universidad de Washington, explica que aunque el nuevo telescopio está diseñado para capturar imágenes del cielo de manera eficiente, es vulnerable al creciente número de satélites brillantes.
La IAU propone colaboraciones con SpaceX y otros operadores para desarrollar medidas de mitigación del brillo de los satélites. Sin embargo, los intentos de reducir el brillo, como pintar los satélites de negro o usar sombrillas solares, han sido en gran medida ineficaces. Además, las nuevas generaciones de satélites Starlink son más grandes y reflejan más luz, complicando aún más la situación.
El astrofísico español David Galadí subraya que, aunque orbitar más alto reduce el brillo, los satélites pasan más tiempo sobre los telescopios, dañando las imágenes astronómicas. También menciona el riesgo creciente de colisiones y la proliferación de desechos espaciales, lo que convierte la órbita baja terrestre en un lugar cada vez más peligroso para operar.
En conclusión, mientras el reciente impacto del meteoroide 2024 BX1 cerca de Berlín resalta los éxitos en la defensa planetaria, la proliferación de megaconstelaciones de satélites presenta nuevos desafíos significativos para la astronomía y la seguridad espacial. La comunidad científica urge a una regulación adecuada y al desarrollo de tecnologías que mitiguen estos efectos para proteger la observación astronómica y la detección de peligrosos NEOs.