Pensaron que se unían a una aceleradora, en cambio perdieron sus startups

En 2022, Lacey Hunter se embarcó en una prometedora jornada con su startup TechAid, desarrollando una herramienta inteligente de correspondencia para la ayuda humanitaria. Esta herramienta fue concebida para optimizar la distribución de recursos en situaciones de crisis mediante tecnología avanzada de inteligencia artificial. Sin embargo, su progreso se vio abruptamente interrumpido cuando Newchip, el acelerador de empresas que prometía impulsar su startup, se declaró en quiebra en mayo de 2023.

Newchip, inicialmente una plataforma que agregaba las mejores ofertas de plataformas de crowdfunding basadas en equidad, evolucionó hacia un modelo de acelerador que cobraba entre 18.000 y 20.000 dólares por programas de capacitación. Las startups participantes concedían a Newchip el derecho a comprar acciones de la empresa por un valor de hasta 250.000 dólares a su valoración actual, conocido como warrants.

La situación se complicó cuando, tras la quiebra, el tribunal ordenó la subasta de los warrants de más de 1.000 startups que habían pasado por el programa. Esta decisión dejó a muchos fundadores, incluida Hunter, en una posición vulnerable, ya que normalmente las empresas privadas controlan quién puede comprar acciones y a qué precio. Sin embargo, el tribunal de quiebras priorizó la recuperación de créditos sobre los tenedores de capital, lo que resultó en la venta de estos warrants sin el control de las startups involucradas.

El impacto fue devastador para muchos, incluida Hunter, quien se vio obligada a cerrar TechAid después de no poder recuperar los warrants de su propia empresa. Esto subraya una dolorosa realidad: el acceso a capital es vital, y la pérdida de control sobre aspectos financieros cruciales puede llevar al fracaso incluso a las empresas más prometedoras.

La bancarrota de Newchip se reveló no solo como un fracaso operativo sino también como un reflejo de una gestión cuestionable. Andrew Ryan, fundador y CEO de Newchip, enfrentó críticas severas por su estilo de liderazgo, descrito por algunos como «abusivo». Esto culminó en una serie de decisiones desafortunadas que no solo afectaron la viabilidad de Newchip sino que también comprometieron la integridad y el futuro de las startups asociadas.

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