La idea detrás de los trasplantes de células cerebrales es reemplazar las células dañadas en el cerebro de pacientes con epilepsia por células sanas, con la esperanza de reducir o incluso eliminar por completo las crisis epilépticas. Aunque aún se encuentra en etapas experimentales, esta terapia ha mostrado resultados prometedores en estudios preclínicos, donde se observó una disminución significativa en la frecuencia y gravedad de las convulsiones. Si bien se requiere más investigación para determinar su eficacia a largo plazo y posibles efectos secundarios, el potencial de los trasplantes de células cerebrales como tratamiento para la epilepsia ofrece una nueva vía de esperanza para los pacientes.
Justin Graves era el encargado de una tienda de buceo en Louisville, Kentucky, cuando sufrió su primera crisis epiléptica. En medio de una conversación, las palabras que pronunciaba dejaron de ser suyas, seguido de un desmayo. Seis meses más tarde, fue diagnosticado con epilepsia del lóbulo temporal.
La pasión de Graves siempre fue nadar; fue miembro del equipo de natación en la secundaria y obtuvo su certificación para bucear en aguas abiertas. Sin embargo, tras su diagnóstico hace 17 años, se vio obligado a abandonar su empleo soñado, ya que a las personas con antecedentes de crisis epilépticas se les desaconseja practicar buceo. «Definitivamente, me quitó el trabajo de mis sueños», comenta Graves.
Además de perder su capacidad para bucear, la enfermedad le impidió conducir, obligándolo a mudarse a California en busca de trabajos ocasionales que estuvieran accesibles en transporte público. Durante un tiempo, Graves cayó en el consumo excesivo de alcohol, lo que empeoró sus crisis.
La epilepsia es frecuentemente descrita como una enfermedad que toma a las personas como rehenes. Por ello, Graves, ahora con 39 años y dos años y medio de sobriedad, no dudó en participar en un tratamiento experimental propuesto por sus médicos, consistente en inyecciones de miles de neuronas fabricadas en laboratorio en su cerebro.
Este tratamiento, desarrollado por Neurona Therapeutics, representa un posible avance significativo para la tecnología de células madre. Este campo se basa en la idea de utilizar células humanas embrionarias, o células convertidas a un estado similar al embrionario, para fabricar tejido joven y sano. A pesar de las promesas, el camino para convertir estas células en curas ha sido lento y, hasta ahora, no ha resultado en la aprobación de medicamentos.
Sin embargo, los resultados preliminares de las pruebas de Neurona en los primeros cinco voluntarios son notables. Cuatro de ellos, incluido Graves, reportan una reducción de sus crisis epilépticas en más del 80%, además de mejoras en pruebas cognitivas, una área en la que las personas con epilepsia suelen tener dificultades.
La terapia comienza con un suministro de células madre tomadas originalmente de un embrión humano creado mediante FIV. Neurona cultiva «interneuronas inhibitorias», cuya función es disminuir la actividad cerebral secretando un químico llamado GABA.
En julio, Graves fue sometido al procedimiento en la Universidad de California, San Diego, donde la cirujana Sharona Ben-Haim guió una aguja cerámica hasta su hipocampo para depositar las células inhibitorias. Se esperaba que estas células formaran conexiones y atenuaran las descargas eléctricas anormales que causan las crisis epilépticas.
A diferencia de las cirugías más comunes para casos graves de epilepsia, que buscan encontrar y destruir el foco de células problemáticas, la terapia celular ofrece un tratamiento definitivo sin destruir el tejido subyacente, lo que podría representar un cambio de paradigma en el tratamiento de la epilepsia.
Desde el procedimiento, Graves ha experimentado una disminución significativa en la frecuencia de sus crisis. Otros pacientes también han reportado cambios dramáticos, como Annette Adkins, quien dejó de tener crisis durante ocho meses consecutivos.
Neurona tiene planes de realizar un estudio más amplio que incluya cirugías simuladas para descartar el efecto placebo y determinar con mayor precisión la eficacia del tratamiento. Graves, por su parte, está convencido de los beneficios de la terapia y espera recuperar aspectos de su vida que había perdido, como la natación y la posibilidad de conducir.