Una tercera parte de las mujeres experimenta acoso a través de mensajes de texto

Millie, una publicista de 28 años, esperaba una noche tranquila después de llegar a casa en taxi. Sin embargo, su paz se transformó en miedo cuando recibió un inquietante mensaje de un número desconocido que decía: «Hola, guapa». Tras preguntar quién era, el remitente confesó ser su taxista y, acto seguido, envió otro mensaje aún más perturbador: «No puedo esperar para recogerte y ver tu preciosa cara otra vez. Te deseo».

Este tipo de acoso, conocido como text pesting, es una forma emergente y preocupante de hostigamiento que implica el uso indebido de datos personales, como números de teléfono o correos electrónicos, para intentar iniciar avances románticos o sexuales no deseados. En un mundo donde la información personal se intercambia fácilmente, el text pesting se está convirtiendo en un problema cada vez más frecuente.

Persona sosteniendo un teléfono móvil azul mientras utiliza la pantalla táctil con la otra mano, en un entorno interior con fondo desenfocado.

El text pesting se refiere al acoso mediante mensajes de texto por parte de personas que, aprovechando su relación profesional con el destinatario, intentan establecer un contacto inapropiado. En el caso de Millie, su taxista utilizó el número de teléfono que obtuvo durante el servicio de transporte para acosarla, lo que la dejó desconcertada y atemorizada.

Según un estudio de la Oficina del Comisionado de Información (ICO) del Reino Unido en 2023, un tercio de los jóvenes entre 18 y 34 años ha experimentado text pesting. La ICO está trabajando para aumentar la concienciación sobre este problema y proporcionar orientación a las víctimas.

El text pesting plantea complejas cuestiones legales, ya que se relaciona con el uso indebido de datos personales. En el Reino Unido, la Ley de Protección de Datos de 2018 regula el uso de información personal, y su violación puede ser considerada un delito. Según el Dr. Patrick Bishop, experto en cibercrimen de la Universidad de Swansea, retener datos personales sin autorización, como en el caso de un conductor que guarda el número de teléfono de un cliente, constituye una infracción de esta ley.

A pesar de que la Ley de Protección de Datos solo contempla multas como sanción, otras normativas como la Ley de Uso Indebido de Computadoras y la Ley de Comunicaciones también podrían aplicarse si los mensajes contienen contenido ofensivo o si el acoso es persistente. En tales casos, las penas pueden ser más severas, incluso con prisión.

Además, si los mensajes contienen contenido sexual explícito, podrían entrar bajo la Ley de Protección contra el Acoso, que establece que dos o más instancias de acoso que causen alarma o angustia constituyen un delito.

El acoso a través de mensajes no solo tiene repercusiones legales, sino también emocionales. Millie no fue la única afectada. Nicole, de 31 años, recibió mensajes de acoso por parte de un conductor que le entregó un sofá. Aunque intentó detener el contacto explicando que estaba en una relación, el conductor siguió insistiendo, incluso enviándole selfies desde su camión de reparto. Nicole temía bloquear su número debido a que el acosador conocía su dirección.

Este tipo de acoso genera un profundo impacto emocional, ya que las víctimas sienten que su privacidad y seguridad están comprometidas. Nicole, por ejemplo, no ha vuelto a hacer pedidos a su domicilio sin la presencia de su pareja por miedo a que su acosador reaparezca.

Para quienes sufren text pesting, existen vías legales para tomar medidas. En el Reino Unido, es recomendable que las víctimas denuncien el incidente primero a la empresa involucrada. Las compañías están obligadas por ley a proteger los datos personales y a tomar acciones si se descubren usos indebidos, como el despido del empleado infractor.

En Estados Unidos, las leyes varían según el estado, pero existen mecanismos federales como la Ley de Protección al Consumidor de Teléfonos que puede ser aplicada en casos de acoso. Además, las víctimas pueden recurrir a la policía si los mensajes contienen amenazas o acoso persistente.

El text pesting no es solo una cuestión legal, sino también cultural. Vivimos en una sociedad que muchas veces minimiza o normaliza el acoso, lo que lleva a que las víctimas duden de la gravedad de su experiencia o teman represalias si denuncian. El miedo a la «violencia por rechazo» —cuando el agresor responde con violencia física tras ser bloqueado o rechazado— también es un factor que inhibe a muchas personas de tomar acciones.

La ICO ha identificado una preocupante tendencia: solo el 66% del público cree que es incorrecto utilizar detalles personales obtenidos en un contexto profesional para hacer proposiciones románticas. Este problema cultural refuerza la necesidad de un cambio en la percepción social del acoso y de una mayor responsabilidad por parte de las empresas en la protección de los datos de sus clientes.

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