En la era digital, las aplicaciones de citas han convertido la búsqueda del amor en un campo de batalla donde el capitalismo extrae valor de nuestros deseos más íntimos, generando tensiones de género sin precedentes y manteniendo a los usuarios en un ciclo perpetuo de búsqueda e insatisfacción.

¿Quién controla el amor: los hombres, las mujeres o el capital? Esta pregunta, que podría sonar absurda a primera vista, se ha convertido en una de las cuestiones centrales de la vida contemporánea. El amor en la era moderna ya no es esa experiencia puramente personal e íntima que creíamos, sino que se ha transformado en uno de los principales campos de batalla de nuestro tiempo.

Las cifras son reveladoras. En Suecia, un tercio de las personas entre 15 y 34 años utiliza aplicaciones de citas, y casi la mitad ha usado internet para buscar pareja. Los encuentros que antes ocurrían en lugares de trabajo, círculos de amistad o bares locales ahora se han desplazado a arenas digitales. Sin embargo, esta aparente ampliación de las posibilidades románticas ha coincidido paradójicamente con un aumento de la soltería, tanto en términos absolutos como porcentuales. Mientras algunos abrazan la soltería como una elección positiva, otros la experimentan como una soledad no deseada, incapaces de encontrar la intimidad que desean.

La politización de la frustración romántica

Estas frustraciones no han permanecido en el ámbito privado. Se han politizado, alimentando una nueva polarización entre los sexos. Por un lado están los «incels», hombres que se definen como célibes involuntarios, convencidos de que son los perdedores en un mercado sexual donde supuestamente las mujeres tienen el poder. Los incels forman parte de la llamada «manosfera», caracterizada por el antifeminismo y la misoginia, que en ocasiones ha derivado en violencia mortal.

En el polo opuesto están las mujeres que han perdido la fe en las relaciones heterosexuales por completo, haciendo eco de las afirmaciones feministas radicales de que la intimidad con los hombres está inevitablemente estructurada por la dominación y la objetificación. En 2019, la escritora Asa Seresin describió este giro hacia la desilusión como «heteropesimismo», un concepto que desde entonces se ha extendido desde blogs académicos hasta revistas de estilo de vida.

Ambas posiciones siguen siendo minoritarias, pero muchos hombres y mujeres expresan sentimientos similares. Esto pone de manifiesto la fuerza política explosiva de las necesidades insatisfechas de sexo e intimidad. La soltería, desde esta perspectiva, no es solo una condición individual sino un reflejo de tensiones sociales más profundas.

El capitalismo moldea las condiciones del amor

Las feministas marxistas han argumentado durante mucho tiempo que el capitalismo moldea las condiciones del amor. Las formas de intimidad, las expectativas que les adjuntamos y el trabajo que implican no pueden entenderse al margen del desarrollo capitalista. La teoría de la reproducción social ha enfatizado especialmente cómo los ideales dominantes del amor han servido para ocultar el trabajo doméstico, realizado mayoritariamente por mujeres, que sostiene la sociedad.

Como argumentan el filósofo italiano Sandro Mezzadra y el teórico social australiano Brett Neilson, el capitalismo contemporáneo extrae cada vez más valor de los bienes comunes y las comunidades sociales. El capitalismo digital obtiene beneficios de nuestras interacciones sociales en las plataformas: los «me gusta», comentarios y compartidos se monetizan, se venden como datos o se aprovechan para generar ingresos publicitarios. Las aplicaciones de citas son uno de los ejemplos más claros de esta dinámica.

La paradoja del negocio de las citas online

Muchas personas llegan a las aplicaciones de citas con un sueño: encontrar el amor, a menudo imaginado como una relación estable, monógama y a largo plazo. Apps como Tinder y Hinge venden precisamente este sueño. Sin embargo, cuando el anhelo de amor de las personas se encuentra con el interés de las plataformas en maximizar las ganancias, el resultado parece destinado a generar frustración.

Si las aplicaciones fueran verdaderamente efectivas —si entregaran consistentemente relaciones duraderas— socavarían sus propias fuentes de ingresos. Aunque existen pocos datos concretos sobre el diseño algorítmico de estas plataformas, la rentabilidad de las empresas que las gestionan depende de mantener a los usuarios comprometidos. Hay un interés incorporado en no cumplir completamente la promesa de encontrar pareja.

Cuanto más desesperadamente buscan amor las personas, más rentables se vuelven para las plataformas. Algunas investigaciones sugieren que reducir la calidad de las coincidencias o privilegiar a ciertos usuarios «populares» puede prolongar el proceso de búsqueda. Características como bucles de deslizamiento infinitos, estructuras de recompensa adictivas y muros de pago refuerzan el uso compulsivo en lugar de la conexión significativa. El amor se convierte así en la más íntima de las mercancías: algo prometido pero raramente entregado, infinitamente diferido pero infinitamente comercializado.

El desplazamiento del conflicto: hombres contra mujeres

Las contradicciones entre lo que las personas buscan —amor, intimidad, estabilidad— y lo que las aplicaciones proporcionan —opciones infinitas, recompensas inmediatas, interrupciones constantes— parecen hechas a medida para la crítica. Sin embargo, el conflicto político e ideológico central alrededor de las citas hoy no es entre el capital y el amor, sino entre hombres y mujeres.

En investigaciones sobre celibato involuntario y soltería, las plataformas de citas se han convertido en escenarios donde los viejos conflictos de género se reproducen en nuevas formas. Los hombres a menudo interpretan sus dificultades en las apps como evidencia de hipocresía feminista, afirmando que la narrativa del poder masculino y la impotencia femenina ya no se sostiene. Esta narrativa de marginación masculina en la era de las citas digitales no se limita a los incels; reaparece en sectores más amplios de la población masculina.

La realidad compleja de las apps de citas

¿Es esto cierto? Sí y no.

Es un hecho bien documentado que los hombres dirigen mucha más atención hacia las mujeres en las aplicaciones de citas que a la inversa. En parte esto refleja la demografía, ya que tiende a haber más hombres que mujeres en las plataformas. Pero también refleja patrones tradicionales de cortejo heterosexual que el diseño de las aplicaciones tiende a amplificar. Los hombres deslizan más ampliamente, a menudo indiscriminadamente. Las mujeres son más selectivas y así terminan en el rol de guardianas. En este sentido, las mujeres pueden parecer las «ganadoras» de las citas online, con más opciones y poder de decisión.

Pero el panorama es más complicado. Las propias mujeres a menudo rechazan esta idea, señalando las cargas y riesgos que conlleva ser el objetivo de la atención masculina masiva. Para muchas, es prácticamente imposible filtrar el enorme volumen de mensajes y coincidencias. Algunas mujeres entrevistadas describieron las citas online como emocionalmente agotadoras, incluso hasta el punto del burnout.

El trabajo emocional invisible

Lo que los hombres interpretan como privilegio femenino puede verse igualmente como una externalización del trabajo de selección hacia las mujeres. Ellas deben hacer el trabajo de clasificar, filtrar y evaluar, algo que conlleva no solo costes emocionales sino también riesgos reales. Porque la atención masculina no es simplemente halagadora; también puede ser amenazante. Un rechazo a menudo provoca hostilidad, insultos o incluso amenazas. Las mujeres que navegan por las citas online gastan enormes cantidades de energía gestionando el riesgo de acoso y violencia.

Así, mientras las experiencias masculinas de rechazo e invisibilidad son genuinas, las experiencias femeninas de sobrecarga, hostilidad y peligro no son menos reales. Ninguno de los dos lados está realmente «ganando». Ambos están atrapados en estructuras de frustración y asimetría, moldeadas por normas patriarcales e intensificadas por el capitalismo digital.

El círculo vicioso del capitalismo digital

Mientras muchas personas encuentran pareja a través de las aplicaciones de citas, los mecanismos algorítmicos también juegan un papel importante en mantener a grandes porciones de usuarios en un estado persistente de frustración. Al hacerlo, alimentan no solo la acumulación de capital sino también la intensificación del conflicto de género.

Hombres y mujeres por igual recurren a las aplicaciones buscando conexión. Pero en lugar de nuevas relaciones sexuales o incluso cercanía básica, a menudo encuentran desconfianza. Los hombres se perciben como marginados, mientras las mujeres se sienten agobiadas y en peligro. El trabajo emocional de navegar este terreno recae desproporcionadamente sobre las mujeres, que deben gestionar tanto la atención no deseada como la agresión masculina.

Cuanto más fallan las aplicaciones en cumplir sus promesas, más aumenta la frustración, y más probable es que esta se dirija hacia los lados —hacia el otro sexo— en lugar de hacia arriba, hacia el capital.

La pregunta que permanece

Esta es una de las paradojas del amor bajo el capitalismo. Nuestros deseos más íntimos —nuestro anhelo de cercanía, reconocimiento y compañía— se han convertido en combustible para un sistema que prospera con su frustración. El capitalismo digital extrae valor de nuestras interacciones sociales, y en el caso de las aplicaciones de citas, el resultado es un círculo vicioso: cuanto más difícil se vuelve la intimidad, más dependemos de las apps; cuanto más dependemos de las apps, más frustrados nos volvemos.

Muchas de las personas entrevistadas dijeron que querían abandonar las aplicaciones pero no veían alternativas viables para encontrar pareja. Las apps de citas no solo han transformado cómo nos conocemos, sino también cómo experimentamos el rechazo, el deseo y la vulnerabilidad. Han convertido la intimidad en un campo donde los conflictos de género se amplifican, pero donde el verdadero vencedor es el capital.

Y así, la pregunta vuelve: ¿Quién controla el amor? Dejarlo en manos del capital, que promete satisfacer mientras prospera con la frustración de nuestro anhelo de amor, parece una mala idea. Pero si reconocemos el amor como algo por lo que vale la pena luchar, podemos empezar a imaginar alternativas: donde la intimidad no sea explotada para obtener beneficios, y donde nuestra necesidad de amor y cuidado no se convierta en un arma contra nosotros mismos.

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