En un nuevo enfoque para tratar a los reclusos en confinamiento solitario, un programa de realidad virtual (VR) está ofreciendo una experiencia transformadora en prisiones de California. Con el objetivo de mejorar la salud mental y fomentar la conexión emocional, este proyecto permite a los participantes experimentar escenas de la vida diaria y aventuras emocionantes, como viajar a París o practicar el parapente.

Samantha Tovar, conocida como Royal, es una de las participantes que dejó su celda de 6 pies por 11 pies para experimentar la VR por primera vez. Tras dos años cumpliendo una condena de cinco años, Royal fue escoltada al área común de la Institución de Mujeres de California Central, donde se le colocó un casco de VR. En su primera escena, sobrevoló una bahía en Tailandia, una experiencia que le pareció tan real que casi siente que necesitaba un sello en su pasaporte.

Varias personas dentro de celdas de malla metálica, cada una con un visor de realidad virtual en la cabeza. Dos personas vestidas con camisetas negras y gorras blancas se agachan para interactuar con los ocupantes de las celdas. Cada celda está numerada con etiquetas rosas. El entorno tiene un aspecto industrial con paredes de bloques de cemento y tuberías visibles en el techo.

Este programa intensivo de siete días, que se lleva a cabo durante cuatro horas diarias, no solo proporciona un escape virtual, sino que también conduce a los participantes a procesar las emociones que emergen mediante ejercicios artísticos. Sabra Williams, fundadora de Creative Acts, la organización detrás del programa, menciona que «la VR agita los desencadenantes, el trauma y las emociones, y luego el arte transforma».

Los participantes suelen estar en unidades de vivienda restringida y son llevados a «módulos terapéuticos», donde experimentan la VR de manera segura. El programa se ha implementado en varias prisiones, incluyendo el Corcoran State Prison y el Valley State Prison.

Transformación y concienciación emocional

Carlos Ortega, otro participante, reflexionó sobre lo que significaba la VR mientras estaba en confinamiento. A pesar del espacio reducido, pudo experimentar escenarios que lo llevaron a desear una vida más activa y significativa. «Quiero vivir así. Lo merezco. Me lo debo a mí mismo», dijo Ortega tras experimentar escenas en lugares como la Torre Eiffel.

Los críticos han expresado escepticismo sobre la introducción de tecnología en prisiones, considerando que podría perpetuar un sistema carcelario inhumano. Sin embargo, Williams defiende el programa, afirmando que «cualquier cosa puede ser utilizada para causar daño, pero los beneficios para las personas dentro, para mí, superan los problemas».

Persona dentro de una celda de malla metálica con una puerta cerrada con candado. Lleva un visor de realidad virtual y sostiene el dispositivo con ambas manos. La celda está etiquetada con el número '4' en un papel rosa. En el fondo, se observan otras celdas similares en un entorno industrial con ventiladores en la parte superior.

Hasta ahora, los resultados han sido positivos: se ha informado de una reducción del 96% en las infracciones disciplinarias de los participantes en programas de VR. En un caso, el número de infracciones en Corcoran disminuyó de 735 a solo una después de una sesión de una semana.

Un cambio de perspectiva

Participantes como Royal y Ortega han dispuesto a utilizar lo aprendido para enfrentar la vida fuera de las paredes de la prisión. Royal comentó que después de su experiencia en VR, ha comenzado a practicar técnicas de respiración con otros internos al detectar conflictos. Ortega también ha tomado un camino positivo tras su experiencia, participando en programas de rehabilitación y dándose la oportunidad de soñar con un futuro mejor.

El programa sigue en expansión, aunque enfrenta desafíos de financiamiento. Williams considera que al proporcionar herramientas para la concientización emocional, el programa de VR permite a los reclusos no solo soñar con un mundo fuera de las rejas, sino también prepararse para vivirlo.

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