La desinformación se ha convertido en una amenaza significativa para la democracia, erosionando la confianza pública y dificultando el establecimiento de consensos necesarios para el buen gobierno. En un discurso reciente, el presidente Joe Biden advirtió sobre la creciente influencia de una oligarquía en Estados Unidos, compuesta por individuos de extrema riqueza y poder, que pone en peligro los derechos y libertades fundamentales. Esta concentración de poder se ve exacerbada por la desinformación, que se propaga a través de las redes sociales, debilitando la credibilidad de la información y fomentando narrativas conflictivas.
La proliferación de la desinformación ha sido facilitada por las plataformas tecnológicas, que han permitido que las narrativas falsas se difundan rápidamente, afectando la percepción pública y el discurso político. La falta de confianza en la información ha llevado a una fragmentación del espacio mediático, donde las comunidades en línea se dividen en grupos homogéneos políticamente, reforzando sus propias creencias y aislándose de perspectivas opuestas. Este fenómeno, denominado por Renee DiResta como «La Gran Descentralización», ha transformado las redes sociales en un tipo de federalismo digital, donde la gobernanza local se alinea con normas comunitarias específicas.
El cambio hacia plataformas descentralizadas, como Mastodon y Bluesky, ha permitido a los usuarios controlar sus propios servidores y moderar el contenido a nivel comunitario. Sin embargo, esta descentralización también plantea desafíos, como la falta de una autoridad central para mediar en cuestiones sistémicas o aplicar reglas de manera coherente. La fragmentación de las plataformas puede exacerbar los silos ideológicos y erosionar los espacios compartidos necesarios para el consenso y el compromiso.
Para contrarrestar los efectos negativos de la desinformación, es esencial crear plataformas en línea imparciales que faciliten la deliberación pública y permitan que las narrativas competidoras se enfrenten en un espacio neutral. Estas plataformas deben estar alineadas con la escala de las jurisdicciones políticas, proporcionando un puente para la deliberación pública y ayudando a restaurar la legitimidad de los gobiernos representativos. En un mundo donde las redes sociales han superado la lógica de delegar la voz a representantes distantes, estas nuevas instituciones mediadoras son necesarias para complementar y compensar la disminución de la legitimidad del gobierno representativo.