Investigadores han descubierto los restos de ciudades medievales situadas sobre la antigua Ruta de la Seda en las montañas del sureste de Uzbekistán. Entre ellas, destaca una extensa metrópolis de gran altitud que permaneció oculta durante siglos, en un lugar donde pocos esperaban encontrar signos de civilizaciones antiguas. Este hallazgo ha sido posible gracias a la tecnología lidar basada en drones, desafiando las suposiciones tradicionales sobre la vida urbana en las remotas montañas de Asia Central hace más de mil años.
El innovador estudio, liderado por el explorador de National Geographic Michael Frachetti y Farhod Maksudov, director del Centro Nacional de Arqueología de Uzbekistán, revela una ciudad bulliciosa que prosperó entre los siglos VI y XI. Situada a altitudes de hasta 2.200 metros, comparable a Machu Picchu en los Andes peruanos, este descubrimiento arroja nueva luz sobre la complejidad, escala y elevación de las sociedades medievales a lo largo de la Ruta de la Seda, la vasta red de antiguas rutas comerciales que conectaban Europa y Asia Oriental.
Las ruinas de la antigua ciudad de Tugunbulak abarcan casi 120 hectáreas, convirtiéndola en uno de los asentamientos regionales más grandes de su tiempo, según un artículo publicado en Nature y basado en investigaciones financiadas por la Sociedad National Geographic. “Lidar nos mostró que hay una ciudad masiva allí, escondida a plena vista”, afirma Frachetti, profesor asociado de antropología en la Universidad de Washington, St. Louis. Esta tecnología permitió abordar este enorme paisaje con un detalle impresionante.
A unos cinco kilómetros de distancia, una ciudad más pequeña y densamente construida llamada Tashbulak también fue estudiada mediante lidar, un método de detección remota que utiliza luz reflejada para crear mapas tridimensionales detallados. Resulta difícil imaginar ciudades de este tamaño prosperando en un entorno cubierto de nieve y azotado por el viento, donde incluso hoy en día, solo unos pocos pastores nómadas se aventuran. Los largos inviernos, los acantilados escarpados y el terreno accidentado hacían casi imposible la agricultura a gran escala a tal altitud.
Ambas ciudades, Tashbulak y Tugunbulak, presentan múltiples estructuras permanentes y diseños urbanos sofisticados, aparentemente diseñados para aprovechar al máximo el terreno montañoso. Las imágenes de alta resolución de lidar ofrecen vistas detalladas de las casas, plazas, fortificaciones y caminos que dieron forma a la vida y economía de estas comunidades de montaña. La mayor de las dos, Tugunbulak, cuenta con cinco torres de vigilancia conectadas por muros a lo largo de las crestas, así como una fortaleza central protegida por gruesos muros de piedra y ladrillo de barro.
El descubrimiento sugiere que estas ubicaciones fueron elegidas para aprovechar los fuertes vientos de montaña para alimentar fuegos de alta temperatura necesarios para fundir minerales metálicos. Excavaciones limitadas han revelado lo que parece ser un horno de producción, probablemente un taller donde los antiguos herreros transformaban los ricos depósitos de hierro de la región en espadas, armaduras o herramientas. Frachetti sospecha que la economía de Tugunbulak estaba impulsada por la herrería y otras industrias metalúrgicas, capitalizando los materiales a su alrededor y su proximidad a la Ruta de la Seda.
Este hallazgo desafía la visión tradicional de las montañas como marginales o periféricas a la vida en los valles de Uzbekistán, sugiriendo que las montañas albergaban sus propias sociedades distintas, con economías, sistemas políticos y culturas complejas. Las nuevas investigaciones podrían revelar más sobre quiénes eran estas personas, pero ya está claro que desarrollaron sus propias formas de vida, separadas de las sociedades agrícolas típicas de su tiempo.