Un pequeño objeto, viajando a miles de kilómetros por hora, ha perforado el satélite MP42 de la empresa NanoAvionics, en órbita alrededor de la Tierra. Este evento, cuya causa aún se desconoce, revela los riesgos cada vez mayores que enfrentan las naves y satélites en el espacio debido a colisiones con objetos minúsculos a gran velocidad.
NanoAvionics compartió imágenes en las que se observa el impacto en un panel solar del satélite, lanzado en 2022 y que alberga instrumentos de varios clientes. La compañía no está segura de si el impacto fue causado por un micrometeoroide o un fragmento de desecho espacial, pero destacó la importancia de una gestión responsable de los objetos en órbita y la necesidad de construir satélites más resilientes.
Los impactos naturales de micrometeoroides, que son fragmentos de asteroides, son inevitables en nuestro sistema solar. Sin embargo, la comunidad espacial busca evitar la proliferación de desechos espaciales generados por el ser humano, ya que estos representan una amenaza creciente. La acumulación de estos fragmentos podría desencadenar un efecto dominó de colisiones, conocido como el “efecto Kessler”, que incrementaría exponencialmente el riesgo de impactos en órbita y afectaría tanto a agencias espaciales como a operadores privados.
Aunque el impacto en el satélite MP42 no generó nuevos escombros, este tipo de colisiones son una preocupación constante. Según la Agencia Espacial Europea (ESA), un objeto de apenas un centímetro que se desplace a 10 km/s tiene la energía de un coche pequeño colisionando a 40 km/h. Esto subraya el potencial peligro que representan estos fragmentos, aun cuando son minúsculos.
NanoAvionics ha tomado medidas proactivas al unirse a la Carta de Cero Desechos de la ESA, cuyo objetivo es minimizar la creación de nuevos escombros espaciales para el año 2030. La carta promueve prácticas responsables en el diseño y operación de satélites, como la desintegración de naves inactivas en la atmósfera terrestre y la construcción de equipos que no liberen piezas innecesarias en el espacio. Además, insta a monitorear activamente las posibles colisiones y desalienta la destrucción intencionada de naves.
La región conocida como órbita baja terrestre (LEO) alberga la mayoría de estos desechos, convirtiéndose en una suerte de «cementerio espacial». Según la NASA, LEO contiene millones de fragmentos de basura espacial, compuestos principalmente de objetos generados por el ser humano, como restos de satélites y cohetes, pequeñas partículas de pintura y otros residuos que orbitan la Tierra a gran velocidad.