‘La era de la inteligencia’: Sam Altman reflexiona sobre el impacto de la IA en nuestro futuro

En las próximas décadas, seremos testigos de avances que nuestros abuelos habrían considerado como magia. Aunque este fenómeno no es nuevo, su aceleración sí lo es. A lo largo del tiempo, las personas han desarrollado capacidades que sus antepasados habrían considerado imposibles, y este proceso está a punto de intensificarse drásticamente.

La razón de este progreso no se debe a cambios genéticos, sino a la evolución de la infraestructura social, que se ha vuelto mucho más avanzada e inteligente que cualquier individuo. La sociedad, en cierto sentido, actúa como una forma de inteligencia colectiva, construida sobre los logros de generaciones anteriores. Nuestros abuelos y las generaciones pasadas contribuyeron a esta base del progreso humano, que seguimos aprovechando hoy. Con la ayuda de la inteligencia artificial (IA), las personas podrán resolver problemas complejos y añadir nuevos pilares a esa estructura de progreso, logrando cosas que, de otra manera, serían imposibles.

Una pintura expresionista de un paisaje campestre con colores vibrantes. En el centro, se aprecia un camino o un río blanco que atraviesa campos a ambos lados, donde predominan tonos de amarillo, rojo y verde. El cielo azul claro se mezcla con las colinas del fondo, creando un contraste entre el horizonte y los campos en primer plano. Los trazos son gruesos y enérgicos, dando una sensación de movimiento y textura al paisaje.

No será un cambio instantáneo, pero en poco tiempo dispondremos de IA que nos permitirá alcanzar mucho más de lo que podríamos hacer por nuestra cuenta. Eventualmente, cada uno de nosotros podría contar con un equipo personal de IA, compuesto por expertos virtuales en distintas áreas, capaces de crear prácticamente cualquier cosa que imaginemos. Nuestros hijos, por ejemplo, podrían tener tutores virtuales que ofrezcan educación personalizada en cualquier materia, idioma y ritmo que necesiten. Esta capacidad se expandirá también a otros campos, como la sanidad, la creación de software y mucho más.

Con estas nuevas habilidades, el grado de prosperidad compartida será tan grande que, hoy en día, resulta casi inimaginable. Aunque la prosperidad no es garantía de felicidad, pues existen personas ricas que son infelices, mejorar las condiciones de vida en todo el mundo sí tendrá un impacto significativo y positivo.

Si echamos un vistazo a la historia de la humanidad desde una perspectiva limitada, tras miles de años de descubrimientos científicos y avances tecnológicos, hemos aprendido a transformar elementos simples, como la arena, en chips informáticos a través de procesos complejos. Estos chips son capaces de ejecutar IA cada vez más avanzadas, y este avance podría convertirse en el hecho más relevante de la historia hasta ahora.

Existe la posibilidad de que la superinteligencia se materialice en solo unos pocos años. Aunque puede llevar más tiempo, es seguro que alcanzaremos ese hito. ¿Cómo hemos llegado a este punto decisivo en el camino hacia la próxima etapa de la prosperidad? En pocas palabras:

El aprendizaje profundo (deep learning) funcionó.

El aprendizaje profundo, combinado con mayores escalas de datos y potencia computacional, ha demostrado ser capaz de resolver problemas cada vez más complejos. Este avance no ha hecho más que comenzar, y las mejoras continuarán a medida que se destinen más recursos. Aunque aún quedan muchos retos por resolver, la clave es que el aprendizaje profundo ha funcionado y seguirá mejorando.

En un futuro cercano, los modelos de IA actuarán como asistentes personales autónomos, capaces de realizar tareas como coordinar cuidados médicos o facilitar progresos científicos. La tecnología nos ha llevado desde la Edad de Piedra hasta la Revolución Industrial, y ahora estamos en la antesala de la «Edad de la Inteligencia», un período marcado por la computación avanzada, el acceso a energía y la voluntad humana.

Si queremos que la IA esté disponible para la mayoría de la población, será crucial abaratar los costos de computación y asegurar un suministro abundante de energía y chips. De lo contrario, la IA podría convertirse en un recurso limitado, motivo de conflicto y reservado principalmente para las élites más ricas.

Este nuevo horizonte plantea desafíos complejos y de gran envergadura, y aunque no todo será positivo, los beneficios potenciales son tan enormes que debemos asumir la responsabilidad de gestionar los riesgos y aprovechar las oportunidades. El futuro que nos espera promete ser tan brillante que, desde nuestra perspectiva actual, resulta difícil de imaginar.

A pesar de los inevitables obstáculos, logros sorprendentes como la solución al cambio climático, la colonización espacial o el descubrimiento de todos los misterios de la física podrían convertirse en hechos comunes. Con inteligencia casi ilimitada y energía abundante, las posibilidades son vastas.

No obstante, como ha sucedido con otras tecnologías, habrá consecuencias negativas. Por ejemplo, los mercados laborales sufrirán cambios, tanto buenos como malos, debido a la irrupción de la IA. Sin embargo, esos cambios serán más lentos de lo que la mayoría piensa, y siempre habrá nuevas cosas por hacer, aunque no las consideremos «trabajos reales» en el sentido actual. La IA amplificará nuestras capacidades como nunca antes, y esto permitirá que volvamos a vivir en un mundo en expansión, donde la cooperación y el beneficio mutuo prevalezcan.

Muchos de los trabajos que hacemos hoy habrían parecido inútiles a personas de hace unos siglos, pero nadie anhela volver a ser un farolero. Si un farolero del pasado pudiera ver el mundo actual, no podría imaginar la prosperidad que nos rodea. De la misma forma, si pudiéramos adelantarnos cien años en el tiempo, nos sorprendería lo inimaginable de la prosperidad futura.

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