La Agencia Espacial Europea (ESA) ha logrado un hito al realizar la primera impresión 3D de metal en el espacio, específicamente a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI). Este experimento, desarrollado en colaboración con Airbus, supuso la creación de la primera de cuatro formas de prueba utilizando una impresora 3D de metal.
Aunque la impresión 3D no es nueva en la EEI, ya que desde 2014 se realizan experimentos con esta tecnología, estos han estado limitados al uso de plásticos. El proceso habitual con plástico consiste en fundirlo y luego extruirlo mediante un cabezal controlado por un archivo digital, lo que permite crear formas complejas. Este método es relativamente seguro y fácil de manejar en condiciones de gravedad cero, ya que el plástico no se calienta demasiado y es sencillo de controlar.
Sin embargo, el proceso de impresión 3D con metal representa un desafío mayor. Las impresoras 3D de metal tradicionales utilizan una técnica que implica depositar capas de polvo de aleación metálica y sinterizarlas con un láser o un haz de electrones para formar las piezas, lo que resulta peligroso y poco práctico en un entorno de microgravedad.
Para superar estas limitaciones, el equipo liderado por Airbus y la Universidad de Cranfield en el Reino Unido desarrolló un método alternativo que imita el funcionamiento de las impresoras 3D de plástico. En lugar de utilizar polvo, la impresora 3D de metal utiliza un alambre de acero inoxidable que se alimenta en el cabezal de trabajo. Un láser funde el alambre en el momento preciso, permitiendo que el metal se enfríe y solidifique de inmediato, lo que garantiza un proceso más seguro y controlado.
Para añadir una capa extra de seguridad, la operación se realizó de forma remota dentro de una caja de metal sellada, evitando así cualquier riesgo asociado al manejo de metal fundido en el entorno espacial.