«Rescuing Science: Restoring Trust in an Age of Doubt» es el libro más difícil que he escrito. Soy cosmólogo, estudio los orígenes, la estructura y la evolución del Universo. Amo la ciencia y vivo por ella. Durante la pandemia de COVID-19, vi con alarma cómo la confianza pública en la ciencia se desmoronaba.

No sé cómo cambiar la opinión de las personas ni cómo convencerlas de que vuelvan a confiar en la ciencia. Por eso, al escribir mi libro, cambié la pregunta: ¿podemos hacer algo para que la institución científica sea más digna de confianza?

La respuesta corta es sí. La larga requiere todo un libro. En él, exploro varias fuentes de desconfianza, como los desincentivos que enfrentan los científicos al comunicar con el público, la falta de carreras a largo plazo, y la complicidad de los científicos cuando su trabajo es politizado. Además, propongo pasos proactivos para abordar estos problemas y reconstruir la confianza.

Uno de los temas tratados es la presión constante para publicar que enfrentan los científicos, y la consiguiente explosión del fraude. El fraude puede adoptar muchas formas, desde la fabricación de datos hasta el plagio, la manipulación de datos y la selección cuidadosa de métodos para lograr un resultado deseado. Cuanto más prospera el fraude, más pierde la confianza pública en la ciencia. Abordar esto requiere un cambio fundamental en las estructuras de incentivos y recompensas en las que trabajan los científicos.

La ciencia moderna es compleja y se basa en gran medida en la computación. Salvo unos pocos teóricos que insisten en escribir con papel y bolígrafo, cualquier trabajo científico involucra una computadora en algún paso del proceso. La práctica de la revisión por pares, desarrollada en una era diferente, no es adecuada para el complejo entramado de la ciencia actual, donde el software juega un papel crucial pero a menudo inaccesible para otros científicos.

¿Por qué los científicos no hacen público su código? No hay incentivos. No se obtienen puntos en el índice h por liberar el código en un sitio web, solo por publicar artículos. Esto dificulta la revisión y la detección de errores, ya sean intencionales o no, lo que empeora la calidad de la ciencia.

La revisión por pares, primera línea de defensa contra el fraude, está rota. Los revisores no tienen el tiempo ni la disposición para examinar cada detalle de la investigación. Así, la comunidad debe recurrir a la replicación, la cual es rara y, cuando se intenta, muchas veces no confirma los resultados originales, lo que agrava la crisis de replicación.

El problema fundamental es que no hay incentivos para mejorar. El sistema actual favorece la publicación continua sobre la revisión cuidadosa, la publicación del código o la replicación de resultados. La mayoría de los científicos son buenas personas tratando de hacer un buen trabajo, pero el sistema los empuja a prácticas que, si bien no siempre son fraude deliberado, sí comprometen la integridad científica.

Ni las universidades ni las editoriales están motivadas para cambiar esto. Las primeras se benefician de las subvenciones que obtienen sus científicos, y las segundas obtienen enormes ganancias de las suscripciones y tarifas de publicación. Con unos ingresos de aproximadamente diez mil millones de dólares al año y márgenes de beneficio de dos dígitos, las editoriales no tienen interés en cambiar un sistema que les es altamente rentable.

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