La creciente demanda de electricidad en Estados Unidos, impulsada por el auge de los centros de datos y las fábricas de tecnología limpia, está poniendo a prueba la capacidad de la red eléctrica nacional. Este fenómeno, exacerbado por la innovación rápida en inteligencia artificial y la expansión de la computación en la nube, ha llevado a un incremento sin precedentes en la construcción de infraestructuras de computación que requieren exponencialmente más energía que los centros de datos tradicionales. A su vez, la proliferación de la minería de criptomonedas y la política industrial del gobierno de Biden, que incentiva la fabricación de tecnologías limpias como paneles solares y baterías para vehículos eléctricos, están contribuyendo significativamente a este incremento de la demanda.
Estados como Georgia, Arizona, Virginia del Norte y Texas están experimentando aumentos récord en la demanda de energía industrial, con proyecciones que superan en varias veces las estimaciones anteriores. Este aumento está forzando a las empresas a buscar soluciones extraordinarias, como la construcción de sus propias plantas de energía, para asegurar el suministro eléctrico necesario.
El impacto en la red eléctrica, una infraestructura ya de por sí sobrecargada, está generando retrasos crecientes para nuevas conexiones tanto para generadores de energía limpia como para grandes consumidores. Además, está emergiendo un debate a nivel nacional sobre quién deberá asumir los costos de las necesarias actualizaciones de la red, con la preocupación de que los consumidores residenciales puedan terminar pagando por estas mejoras costosas.
Este escenario también plantea desafíos significativos para la transición hacia una energía más limpia, amenazando con retrasar el retiro de plantas de combustibles fósiles y complicando el suministro de energía necesario para alimentar millones de automóviles eléctricos y electrodomésticos, fundamentales para alcanzar los objetivos climáticos estatales y federales.
Con más de 2,700 centros de datos consumiendo más del 4% de la electricidad total del país en 2022, y proyecciones que indican un aumento al 6% para 2026, la demanda de estos centros por conectarse a las redes eléctricas regionales está en su punto más alto. La política industrial de la administración Biden, al mismo tiempo, está atrayendo a las empresas para construir fábricas a un ritmo no visto desde principios de los 90, exacerbando aún más la demanda de energía.
Las proyecciones de las utilidades sobre la cantidad de energía que necesitarán en los próximos cinco años casi se han duplicado y se espera que sigan creciendo, según una revisión de los archivos regulatorios por parte de la firma de investigación Grid Strategies. Este crecimiento sin precedentes en la demanda de energía plantea un desafío crítico para el futuro energético de Estados Unidos, forzando a una reflexión urgente sobre cómo se puede expandir y modernizar la red eléctrica para satisfacer las necesidades actuales y futuras.